Cocinar con peques: el regreso

Hace algunos meses contaba cómo nos iba a mi peque y a mi en la cocina. Ese post surgió de una foto que le hice a mi peque, completamente embadurnada en harina. Los ojos se le destacaban como perfilados en negro y parecía una diosa hindú de la abundancia o algo así. Estaba encantadora. Lo estuvimos comentando esa noche el padre, la harina que había llegado hasta el sofá y yo. Fue una velada magnífica

La cuestión es que ha pasado casi medio año de ese post, casi un año desde que le compré el primer cuchillo corta-verduras a mi peque, y ella nunca ha dejado de cocinar conmigo. Es maravilloso – ahora sin sarcasmo – ver cómo ha avanzado y todo lo que ha aprendido durante todo este tiempo.

Riesgos

En el post anterior hablaba de los riesgos. El resumen es que desde entonces hasta hoy el número de incidentes en la cocina ha sido cero. Claro, es fácil pensar que miento cual bellaca. Que si cada dos por tres mi peque se corta medio dedo no lo voy a poner por escrito y en público, con línea directa a los servicios sociales. Pero es que es la verdad.

Está claro que la cocina no es un lugar completamente seguro y es primordial tener los límites bien marcados y definidos. Ahora que ya se mueve con más autonomía y que tiene una enorme capacidad de decisión, me he visto en la obligación de dejar bien claro que en la cocina hay una jerarquía, que allí mando yo. Hay que tener paciencia y tiempo, claro.

La cocina de las flores y los violines

Han habido días que la cosa no ha sido todo lo fluida que las dos hubiéramos deseado. Días de decirle al padre que se la lleve, días de enfadarse ella conmigo porque quiere hacer y no le dejo. Días de resolver conflictos entre nosotras.

Pero también días de trabajo en equipo, días bonitos de recetas complicadas, días en los que ella ha aportado más que ralentizado.

En realidad, discutir, enfadarse, explicar, cantar mientras se trabaja, ir todos a una a conseguir un objetivo (aka. rebozar el lomo)… es la esencia misma del trabajo en equipo. Así que incluso en los días más malos, las dos aprendemos algo (Aunque a veces sea difícil darse cuenta en el momento mismo del conflicto, mientras se quema la comida…)

Pero… ¿a qué se dedica exactamente?

Es muy cierto que nuestros peques adoran sentirse útiles y hacer cosas con un sentido. Trabajar, lo que viene siendo. No hace falta que todos los días corten tomates o hagan cosas especialmente delicadas. Se les puede dar el estropajo y se pasan el rato limpiando los cacharros que se van ensuciando mientras el adulto cocina. Pueden acercar los utensilios requeridos. Pueden dar su opinión sobre lo que haces, comerte la oreja contándote una película sobre el huevo que acabas de romper, puede aburrirse e irse, puede «leer» el libro de recetas, puede intentar comerse todo lo que pilla por el mármol o tirar las cáscaras a la basura. Las opciones son infinitas. Y entre todas ellas, también está incluida cocinar.

A estas alturas de la vida mi peque sabe:

  • sazonar
  • romper un huevo (¡con impecable destreza! Se recomienda limpiar el huevo concienzudamente, porque hasta llegar a la impecable destreza se ha transitado por la desastrosa barbarie y sólo el saber que la cáscara estaba bien limpia ha salvado la cena en más de una ocasión)
  • batirlo (con y sin aparatejo molón)
  • verter algo en otro algo (harina en el huevo, leche en el cazo o en su vaso, el huevo batido en la sartén…)
  • que el aceite quema (esto lo sabe porque me he quemado yo delante de ella y, quieras que no, de forma indirecta también aprenden. No lo ha intentado experimentar ella ni una sola vez :D)
  • cortar verduritas con su cortador de verduras
  • poner queso rallado sobre una pizza.
  • empanar carne
  • usar una cuchara para espolvorear (harina, pan rallado…)
  • que el horno quema (esto lo sabe porque al abrir el horno el vapor me ha socarrado la cara alguna vez. Y, de nuevo, la mujer sabe extraer sus propias conclusiones)
  • Que la cebolla hace llorar (y alguna vez las dos hemos acabado llorando sobre el mármol de la cocina a lo drama televisivo… ahora en cuanto ve una cebolla echa a correr)

La lista ha ido surgiendo cada día, cada experiencia nueva. Si se les deja hacer, nuestros peques son una caja de sorpresas sin fondo. Están llamados a adquirir La plena Autonomía. Sólo hay dejar un poco de espacio, respirar, limpiar bien el huevo y decirles «¿lo quieres romper tú?». El resto, va viniendo solo.

Un comentario sobre “Cocinar con peques: el regreso

Si te apetece, deja un comentario. ¡Siempre son bienvenidos!